domingo, 8 de mayo de 2011

Sus 16.5

Ha sido la historia mas cruel que he escuchado de la protagonista...

Mientras nuestras siluétas desaparecían por las calles platicábamos, planteábamos sin duda una emboscada, no tendríamos realmente muchas oportunidades como la de este fin de semana.

Su madre y dueña de la casa se había ido al viejo continente, regresará hasta el miércoles o jueves.

Los vecinos dormirían temprano, la comida en la tarde con los familiares y el ajetreo común de estas festividades harían que incluso los pequeños tuvieran sueño temprano.

Nos veíamos sin duda jugando la rutina de "el policía bueno y el malo", como muchas veces habíamos visto en las películas.

Llegar una hora tarde y a destiempo fue mas bien improvisado, pero resultó. No pudo ser mejor, el sonido se encendió a todo, el bebé se durmió en su cuarto y la esposa pareció entender de lo que se trataba, ahora que lo pienso eso debe ser a lo que llaman intuición femenina. En menos de una hora habíamos logrado el primer objetivo, separar en cuartos distintos a la pareja, darle a la esposa el número de ayuda al cual debía hablar si algo pasaba y darle instrucciones precisas para cada situación.

Tres minutos y volví al cuarto donde mi compañero interrogaba al tipo, 1.85 y maestro de karate, no nos intimidaba, nos preocupaba. Mi compañero entendió el gesto y me dispuse a entrevistar a la esposa. De haber sabido hubiese cambiado los papeles.

Ella, 17 años, sonrisa en la cara, temple de acero, responsable, hiperactiva, decidida, casi sumisa en ocaciones... No pudo más, comenzó a contar su historia, improvisó, solo trató de no dejar mal a su marido. Quiso contar del mejor modo su historia.

Su madre la odiaba, la violencia psicológica ejercida en ella se disolvía entre su sonrisa. La violencia física no le preocupaba. Fue en toda su vida un diez en la escuela, es curioso cómo es conciente de sus valores en cada etapa. Se ha aceptado, su hijo y las personas que ahora le rodean le han hecho sentirse feliz. Las preocupaciones aún no la hacen tambalear.

No pudo admitir la violencia que ahora vive, entendí pronto que fue debido a que en comparación lo que ahora vivía no se acercaba ni un poquito a lo anterior. Eso luego nos daría muchísima tristeza.

En esos momentos a unos tres o cinco metros el esposo confesaba que la había golpeado, debieron decirme antes de partir, pero no, fallamos en eso.

Su entereza nos conmovió y las confesiones del esposo nos entristecieron, pensábamos que jámas haría eso, creímos llegar antes.

Ahora él cambiará el karate por el psiquiatra. Ella trabajará mucho en lo que quiere ser y lo que merece. Nosotros aprendimos a valorar nuestras vidas, nuestras historias... Nuestra amiga que nos encargó el favor, no cree en Dios, pero hoy le reclama menos.

"Hay gente que se equivoca muchísimo."